Alto riesgo by Ken Follett

Alto riesgo by Ken Follett

autor:Ken Follett [Follett, Ken]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Bélico
editor: ePubLibre
publicado: 2001-01-01T05:00:00+00:00


El público comprendió que cada frase era un equívoco sexual, y la carcajada fue general. Cuando terminó la canción, Greta le estampó un beso en los labios al pianista, que tuvo que agarrarse al taburete.

Maude los dejó solos y volvió a la barra con Diana. El capitán que había estado hablando con Denise se acercó a la mesa y saludó a Paul.

—Me lo ha contado todo, señor.

Flick asintió, decepcionada pero no sorprendida.

—¿Qué ha dicho? —quiso saber Paul.

—Que sale de misión mañana por la noche para volar un túnel ferroviario cerca de Reims.

Era falso, pero Denise no lo sabía, y se lo había revelado a un completo desconocido. Flick estaba furiosa.

—Gracias —murmuró Paul.

—Lo siento —dijo el capitán encogiéndose de hombros.

—Cuanto antes lo supiéramos, mejor —respondió Flick.

—¿Quiere decírselo usted, señor, o prefiere que me encargue yo?

—Hablaré con ella primero —dijo Paul—. Usted espérela fuera, si no le importa.

—Por supuesto, señor.

El capitán salió del pub y Paul hizo una seña a Denise.

—Se ha ido sin despedirse —dijo Denise—. Vaya unos modales. —Era evidente que se sentía ofendida—. Es instructor de explosivos.

—No, no lo es —dijo Paul—. Es policía.

—¿Qué quiere decir? —Denise estaba desconcertada—. Lleva uniforme de capitán y me ha dicho…

—Una sarta de mentiras —la atajó Paul—. Su trabajo consiste en descubrir a la gente que se va de la lengua con desconocidos. Y la ha descubierto.

Denise se quedó boquiabierta, pero se recuperó de inmediato y reaccionó con indignación.

—Así que era una trampa… Han intentado cazarme…

—Me temo que lo hemos conseguido —replicó Paul—. Le ha contado hasta el último detalle.

Comprendiendo que la habían descubierto, Denise trató de quitarle importancia al asunto.

—¿Y cuál es el castigo? ¿Escribir «No volveré a hacerlo» cien veces durante el recreo?

A Flick le habría gustado abofetearla. La charlatanería de Denise podía haber puesto en peligro a todo el equipo.

—Para eso no hay castigo —respondió Paul con sequedad.

—Ah… Pues muchas gracias.

—Pero está usted fuera del equipo. No vendrá con nosotros. Se va esta misma noche, con el capitán.

—Me sentiré un poco incómoda volviendo a mi puesto en Hendon.

Paul meneó la cabeza.

—El capitán no va a llevarla a Hendon.

—¿Cómo que no?

—Sabe usted demasiadas cosas. No podemos dejarla suelta.

Denise empezaba a estar preocupada.

—Entonces, ¿qué van a hacer conmigo?

—La enviarán a algún sitio donde no pueda causar perjuicios. Creo que generalmente es una base aislada en Escocia donde se dedican a revisar las cuentas de los regimientos.

—¡Eso es casi una prisión!

Paul lo meditó durante unos segundos y asintió.

—Casi.

—¿Hasta cuándo? —preguntó Denise consternada.

—Quién sabe. Probablemente, hasta que acabe la guerra.

—Es usted un canalla —farfulló Denise—. Maldigo la hora en que lo conocí.

—Ahora puede irse —respondió Paul—. Y agradezca que la haya pescado yo. A partir de mañana, podría haber sido la Gestapo.

Denise se fue hecha una furia.

—Confío en no haber sido innecesariamente cruel —murmuró Paul.

Muy al contrario, se había quedado corto, pensó Flick. Aquella cabeza de chorlito se merecía algo mucho peor. No obstante, quería causar buena impresión a Paul, de modo que respondió:

—No le des más vueltas. Hay gente que no sirve para este trabajo, y ya está.



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